Dios niña, no sabes la de ganas que me entran de partirte esa cara de perra que mira escrupulosamente, de arriba a abajo, a todas partes, menos a los ojos.
¿Qué, te avergüenza que sepa que lo haces?
¿Tienes miedo?
Lo tengas o no, deberías, pues yo soy una persona tranquilita, hasta que me tocan la moral. Y oye, me la estás tocando y mucho.
¿Dónde crees que estamos, bonita, en una competición de diversión?
A ver quién se ríe más de las dos.
JA-JA-JA-JA-JÁ!
Tengo cosas muuucho más importantes que hacer que seguirte el jueguecito. Que, por mucho que lo intente, no entiendo qué beneficio sacas tú de esto, la verdad.
Lo único que creo que te pasa es que eres una puta desequilibrada. Hoy blanco, mañana negro, y mira que no te conozco mucho o nada, pero tienes una necesidad bastísima de llamar la atención. No hace falta que rías tan escandalosamente, seguido todo de una miradita, a lo que yo pienso que si tienes tantas ganas de reírte, ¿por qué mierdas me miras a mí, si canta a la legua que te doy más asco que un pelo de polla entre tus dientes de cucaracha hipócrita?
Siempre me has importado un pedo de violinista tía, y sé con certeza que yo a ti, que no sabes ni siquiera cómo me llamo; y eso es lo mejor de todo, que sin conocerme de nada me culpas de todos los errores que ha cometido una zorra bipolar como tú.
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