Cristales empañados

De todos los poros de su cuerpo comenzó a manar el sudor proveniente de su esfuerzo.
No pude evitar atraparme en su pecho, viendo cómo resbalaban las gotas hasta llegar a su abdomen. Podría haber cerrado los ojos y habría tenido cada detalle de su cuerpo grabado en mi mente.
Cada mordisco, cada mirada, todo me hacía recordar que ese era mi paraíso, que él era mi paraíso y mi infierno, pues cuando se marcha se lleva consigo todo lo que tengo dentro, como el Diablo.
Creo que entonces le agarré con tanta fuerza que se clavaron mis uñas en su espalda, intentando así que nunca se marchara, que nunca más se llevara mi fuerza, mi energía y todos esos nudos y cosas negras que todos guardamos dentro.
Tuve miedo. Tuve tanto miedo que creo que lloré; y él simplemente acercó su nariz a la mía...
-Gracias...
Gracias dijo, ¿gracias?, ¿Gracias por qué?

Gracias a ti por ser mi agua, mi fuego, mi tierra y mi aire.