Cuando llegué donde estaba él me di cuenta de la gravedad de la situación; estaba tirado en el suelo, con una enorme motocicleta aplastándole la pierna. Debía llevar algunas horas así, y el muy demente solo sonreía.
-¿Qué miras, no vas a ayudarme? - dijo el tipo, de unos treintaipico - Ah, perdón, debió ser eso... Soy un maleducado, me llamo John White, pero puedes llamarme como quieras.
-Joe Black. - hice una respuesta corta y rápida, lo primero que se me ocurrió decir, y me pregunté si ambos delirábamos.
-Oh, bien elegido, por Dios. Me gusta.
Y simplemente volvió a sonreír.
Este día estaba rozando ya lo bizarro: primero, el ''casi fin del mundo'', al que milagrosamente sobrevivo, después un negro con traje me pide ayuda, veo que tiene la pierna aplastada, y se limita a decirme que lo llame como quiera.
No dijo nada más, por lo que tomé la iniciativa e intenté con todas mis fuerzas levantar el pesado vehículo que estaba sobre él, en vano, por supuesto.
-Oh, ¿qué haces? No la levantarás ni con mi ayuda.
-¿Y qué se supone que quieres que haga? Yo no me voy a quedar aquí a ver morir a nadie más, o te ayudo a salir o me largo. - podía sonar borde, pero su sonrisa me estaba sacando de quicio.
-Oh, niña, aquí no va a morirse nadie, esa pierna ya murió hace quince años, ahí solo hay titanio.
-¿Titanio, eh? - sonreí mientras volvía al lado del extraño personaje para sentarme a su lado.
-Me ha venido bien que seas tan poca cosa, solo tienes que meter la mano por el hueco entre la moto y mi pierna y apretar el botón y girar con suavidad el cabezal. Yo no puedo con estas manazas - realmente eran bastante más grandes de lo normal - ¿Entiendes? Corta el pantalón si lo necesitas.
Saqué de uno de los bolsillos de la mochila una pequeña navaja que cogí de la tienda de los acianos y completé con éxito y sin dificultad mi pequeña misión.
Joe se puso en pie, y por fin pude examinarlo con detenimiento. Era alto y grande, con un color muy bonito de piel. Tenía los ojos grandes y la mirada profunda. Llevaba una espesa perilla, pero iba limpiamente afeitado y pulcramente peinado. Vestía un impoluto traje negro, ahora con tan solo media pierna derecha, debajo de la chaqueta llevaba camisa blanca y una corbata de aspecto carísimo. Saltaba a la vista que Joe no se moría de hambre precisamente.
Su enorme y perfecta sonrisa blanca seguía ahí.
-Muchísimas gracias chica, ya han pasado dos pequeños grupos y me han dejado aquí. Parece que eres mi ángel guardián, ¿eh?
Apartó la vista de mí y abrió el maletero del coche junto al que estábamos y sacó un maletín negro, lo colocó sobre el maletero y sacó una nueva pierna sustituta.
- ¿Una de repuesto? Es tu día de suerte. - me atreví a decir.
- Oh, no, suerte no, soy precavido. - y volvió a sonreír. - Por cierto, - comenzó mientras se colocaba la nueva pierna - ahora estás siendo tú la maleducada. ¿Cuál es tu nombre?
- Llámame como quieras. ¿Te parece?
Hizo un rápido gesto que reflejaba que había hecho diana con esa respuesta.
-Dido Brown.
Y ese fue el nombre que mister Black eligió para mí, sonaba dinámico, me gustó a la primera.